“Ya no puedo ver… pero la vida me ha hecho abrir los ojos”

Álvaro Bernal Díaz, un canto a la esperanza.

25 años. De Cádiz. Vive en Sevilla. Licenciado en Arte Dramático, especializado en interpretación textual. Actualmente cursa el grado superior de Conservatorio. Pertenece al Coro del Teatro de la Maestranza de Sevilla. Desde los 8 años toca el piano, si bien lo que más le fascina es cantar. Lo hace en 5 idiomas (español, italiano, francés, inglés y alemán). Aspira a lo máximo. Como el futbolista que de chico sueña con jugar la Champions, él quiere ser cantante de ópera. Y no le quita el sueño el haber perdido la vista hace ya 3 años a raíz de una enfermedad; al revés, se siente más fuerte, más seguro y con más ganas de comerse el mundo. Fan del Carnaval y devoto de la Semana Santa. Frase: “Carpe Diem”.

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“Tío, espabila”

Álvaro se quedó sin ver de un día para otro, de forma drástica. Fue muy difícil asimilarlo, pero sus valores, actitud positiva y fuerza innata le llevaron a decirse a si mismo “¡Tío, espabila!”. Tres años después ha normalizado su nueva vida, recuperando sus estudios y vocación por el canto. Tras derribar incontables barreras y gracias a muchísimo esfuerzo y dedicación, hoy en día se planta en los escenarios sin que el público aprecie los inconvenientes que acarrea su deficiencia visual. Su premisa es “disfrutar para que los demás disfruten” y eso le lleva a permitirse que la vida le siga sorprendiendo. ¿Miedos? Muchísimos… pero intenta comérselos. Sin duda, una persona que transmite tanto arriba como abajo del escenario. ¡Un ejemplo de vida y un canto a la esperanza!

¿Qué es el Síndrome de Behçet?

Es una enfermedad muy extraña, una de estas que la sufren uno entre miles. Aún es muy desconocida para la ciencia y es autoinmune; las manifestaciones pueden ser múltiples…

¿Por qué a ti?

Realmente aún no se sabe si es genético, heredado o contraído por una infección.

¿Y afecta a la vista?

No directamente… Es un larga historia…

No hay prisa….

Todo empezó el primer día de curso de 2013, tenía unos dolores de cabeza que decía “¡Dios mío de mi vida!”. Al tiempo, pasó a dolerme la pierna de forma brutal y me encontraron un trombo. Tuve que dejar el teatro, con lo bien que me iba…

¡Qué impotencia…!

Estuve en silla de ruedas varios meses pero no encontraron relación entre ambas dolencias. Remitieron hasta que me volvió a dar otro trombo, más fuerte. Esta vez me cogió toda la femoral. ¡El dolor era fortísimo!

Imagino…

Estuve otros meses más con idas y venidas, había semanas que olvidaba el dolor y otras que no podía dormir. Necesitaba que hicieran algo conmigo, me habían puesto de todas las maneras posibles, toqueteado entero, ya sólo me hacía falta que me viera un ginecólogo… hasta que un día me ingresaron en el hospital cuando empecé a ver turbio y tenía la cabeza a punto de estallar.

¡Buf!

Me dieron corticoides y consiguieron remitirme mucho el dolor pero yo seguía perdiendo la vista. Antes de darme el alta, me vio el oculista y me dijo: “tú no te puedes ir del hospital”.

¿Y qué te diagnosticó?

Me dijo que tenía “síntomas de tener un tumor cerebral”. Ese fue el primer susto. Me encontraron un trombo pequeñito pero no encajaba nada, no sabían lo que tenía, era como un puzzle…

¿Qué pieza faltaba?

Fue un médico que empezó a sospechar que se trataba de un Behçet. Efectivamente, me llevaron a un especialista y lo confirmó: “no tengo ninguna duda”. Yo no sabía ni lo que era…

Ni tú ni nadie…

El problema es que la cosa iba a peor, tenía la presión altísima, sobre sesenta y pico -una presión normal es entre doce y quince-. Me dejaron en el hospital para ir quitándome poco a poco líquido intracraneal, pero lo regeneraba… así que me tuvieron que poner quimio…

Palabras mayores…

Me dijeron que había un 20% de posibilidades que saliera mal la operación.

¡El susto ya debía ser tremendo!

¡Sí! Ahí ya empecé a preocuparme muy en serio. Cuando te metes en un quirófano ese 20% te acojona muchísimo.

Ni que lo digas…

¡La operación salió bien gracias a Dios!, pero…

¿Pero?

Había perdido del todo la vista. Habíamos llegado tarde…

(…)

La enfermedad estaba tan avanzada que iba a por mí. Los dolores de cabeza habían sido tan fuertes que machacaron el nervio óptico. Me dijeron que tenía que estar contento por estar como si hubiese superado un cáncer pero que con la vista ya no había nada que hacer…

¿¡Irrecuperable!?

Me quedé en un primer momento ciego total y al cabo de dos meses recuperé un poquito; me diagnosticaron que tenía un 4% de visión, suficiente para valerme por mí mismo para casi todo.

¡Vaya ‘shock’!

Toqué fondo, no he estado peor en mi vida… Entré en estado de depresión y estaba aterrado. De los nervios no podía dormir solo, no quería levantarme y darme cuenta que no veía, prefería seguir durmiendo. Me sentía inútil, no podía hacer nada por mi mismo, como si fuera un mueble.

Debió ser difícil asimilarlo…

Cambié el chip y me dije: “una de dos: o me arruino la vida o tiro hacia delante como sea”. Y acepté que mi vida seguía.

¿Y qué fue lo que te hizo cambiar el chip?

Lo que me impulsó a cambiar el chip…

¿Estás bien Álvaro?

(…)

¡Sí! No me quiero emocionar porque yo ya estoy bien… pero lo pasé muy mal, estoy recordando cosas que para mi fueron muy duras… Lo que me hizo cambiar es algo que llevo dentro… sabía que la vida no estaba siendo justa conmigo pero tampoco podía fastidiar la vida de los que me rodean.

¡Fuiste fuerte!

No tenía ningunas ganas, era un trapo, pero lo hice por mi familia. Me estaba llevando conmigo a los míos y me vi reflejado en ellos. Me puse en su piel y pensé que si esto le pasaba a mis padres o a mi hermana yo querría que lucharan; verles con una sonrisa.

¡Y eso hiciste!

No quería verlos tan destrozados y dije: “¡Basta, se acabó, por ellos!”

Volviste a nacer.

Sin duda. A mí la vida me ha dado una lección. Le he visto las orejas al lobo así que para mí cada día es como si fuera el último.

¡Y has decidido volver a cantar!

Tenía claro que si salía de esto pensaba comerme el mundo. Y he seguido mi sueño, dedicarme al canto. Por suerte no aspiraba a ser controlador aéreo o juez de línea… así que simplemente he tenido que adaptar mis técnicas de estudio y tener más paciencia al utilizar métodos más lentos.

¡Querer es poder!

Quiero demostrar que puedo seguir haciendo lo mismo que antes, adaptándolo, pero que el resultado sea el mismo.

¡Qué ejemplo!

No me gusta decir que soy un ejemplo pero lo que sí me gusta es que la lección que me ha dado la vida pueda servir a más gente. Que igual que la vida, aunque ahora no pueda ver, me ha hecho abrir los ojos, ¡yo se los pueda abrir a los demás!

Como platos…

No hay que perder el tiempo. Lo importante es el presente, lo que tenemos, lo que estás disfrutando, sin que te preocupe el futuro. Hemos de ser felices aquí y ahora.

Me alegra verte feliz.

¡Sí! Lo soy. Y no puede ser de otra manera.

 

Texto de su hermana Macarena Bernal.

«La familia: la causa por la que luchar y la música: el medio para conseguirlo»

Nos pasamos la vida haciendo planes de futuro; condicionamos la realidad del hoy por lo incierto del mañana, y aunque hay que ser previsor, a la misma vez hay que vivir el día a día valorando y disfrutando el presente. Quizás, esta sea la lección que mejor han aprendido los miembros de mi familia.

Cuando todo parecía un cuento de hadas, la vida nos dio una bofetada para que despertáramos del sueño.

Pero, ¿Por qué a él? ¿Qué mal hemos hecho? Cada uno de nosotros estábamos dispuestos a cambiarnos por Álvaro. Pero tras la terrorífica tormenta llegó la calma y la hora de afrontar la realidad. Álvaro tomó esta decisión, lo hizo por nosotros, ya que el dolor que le causaba nuestro sufrimiento era aún mayor que el de la pérdida de su visión.

Y es que… el amor de una familia unida mueve montañas. Álvaro ha tenido y tiene que aprender a vivir de una nueva manera pero también nosotros hemos tenido que adaptarnos a una vida desconocida. Lo hacemos lo mejor que podemos, pero es que Álvaro nos lo pone muy fácil, no se queja por nada y comprende nuestros fallos; a veces, incluso, nos olvidamos que no nos ve.

Hoy día, todo dolor físico o todo aquello que nos pueda fastidiar, es mucho más llevadero, porque todo lo comparamos con lo que él ha sufrido y sigue sufriendo. El número de enfados se ha minorado… ya todo se relativiza. Él es nuestro ejemplo a seguir.

Si nosotros fuimos su motivo para salir adelante, el medio para conseguirlo fue la música. Por ello me atrevo a decir, que le debo la vida de mi familia a la música.

Sus ilusiones son las nuestras, y cada vez que lo escuchamos cantar se nos conmueve el alma. Sabemos que llegará el día que esté entre los más grandes tenores, porque ya nada paraliza a Álvaro y conseguirá cualquier reto que se proponga.

La pena no hay quien nos la quite, eso se lleva por dentro, pero la esperanza de que nos vuelva a ver aplaudiéndole entre su público, tampoco.

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1 comentario en ““Ya no puedo ver… pero la vida me ha hecho abrir los ojos”

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