Eddy Villanueva, un árbitro que respeta y se hace respetar.
48 años. De San Martín de Porres, Lima, Perú. Llegó a Barcelona hace 24 años. Su pareja es española y es padre de 3 chicas. Trabaja como coordinador de la liga de fútbol sala amateur Nosmovemos. Fue jugador y árbitro de fútbol profesional. Su pasión, no podía ser otra, es el fútbol y el deporte en general. Un fin de semana cualquiera puede ver los nueve partidos de Primera División, fútbol brasileño, Formula 1 y tenis. Frase: “El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere, sino querer siempre lo que se hace” – Tolstoi.
Respeto
Eddy es una persona entrañable que reúne un sinfín de cualidades, de ahí que sea un tipo tan querido y admirado por todos. Sin embargo, hay una que quiero destacar por encima de las demás: el respeto. Con los años, desde la posición de árbitro, ha desarrollado el verdadero significado de respetar: “aceptar y comprender tal como son los demás”. Y es que en un deporte tan chabacano como el fútbol, si quieres que te respeten hay que aprender primero a respetar. Por eso da tanta importancia a la “actitud y educación” de cada uno hacia el otro. Su testimonio, una vida llena de superación, ímpetu y humildad es un claro ejemplo de respeto. Aprovechemos ahora que empiezan tantas liguillas de fútbol para, ya sea como jugadores o como aficionados, parecernos todos un poco más a Eddy.
Toda una vida dedicada al fútbol…
Así es. Llegué a jugar profesionalmente en Segunda División peruana antes de venirme a Barcelona con veinticuatro años. Aquí los inicios fueron duros pero en un campeonato de barrio me hice famoso y fiché por el Mallorca B. Después de un par de años me pasé al fútbol sala, fiché por el Sant Andreu que militaba en la que sería la División de Plata actual y estuve jugando hasta los treinta y siete…
Y entonces te dedicaste al arbitraje.
Me encontré con que los árbitros a los que fastidiaba como jugador eran los jefes de la Federación de Fútbol Sala. En el fondo me apreciaban y me dieron carta blanca para arbitrar. De hecho, al cabo de un año gané el premio a mejor árbitro profesional de Cataluña.
¡Qué honor!
Sí. Me catalogaron como una “cabra loca”, pero en el buen sentido, no paraba de correr, siempre seguía la jugada. La verdad es que me fui ganando un respeto y me fueron ascendiendo de categoría hasta que sufrí el accidente en 2007.
¿Qué pasó? Sigue leyendo